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Galletas saludables, ¿es posible?


Hay un dicho que reza: “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Es lo que sucede con las galletas. Teniendo en cuenta que entre sus ingredientes principales están el azúcar, el aceite/grasa y la sal, ¿cómo es posible que hace un tiempo se dijera que las galletas eran saludables?


Ana Belén Ropero Lara, Universidad Miguel Hernández and Marta Beltrá García-Calvo, Universidad Miguel Hernández


De heroínas a villanas

Una perspectiva social y temporal nos puede hacer pensar que, en nutrición, no hay quien se aclare. Si hace apenas unas décadas las galletas se postulaban como una buena manera de introducir los cereales a los bebés, ¿por qué ahora se habla tan mal de ellas?

Es cierto que a lo largo de los años ha habido cambios en las recomendaciones nutricionales. Esto se debe a que la nutrición es una ciencia y, como tal, dichas pautas se basan en el conocimiento que se tiene hasta el momento. Por esta razón es especialmente importante elegir bien dónde nos informamos para estar actualizados.

También hay que considerar que los alimentos son parte de una alimentación global, y esta ha cambiado mucho en las últimas décadas. Por eso hay que reajustar las recomendaciones sobre los productos, ya sean los de siempre o los nuevos. No es una tarea sencilla.

Solo 4 galletas de 640 son recomendables

Con este propósito, hace ya más de diez años que pusimos en marcha el proyecto BADALI en la Universidad Miguel Hernández. Se trata de una base de datos en la que valoramos los alimentos desde el punto de vista nutricional.

BADALI ha crecido con los años, y en estos momentos recoge más de 10 000 productos a la venta en el mercado. También está incluida una importante colección de galletas, tanto de marcas blancas como de firmas comerciales muy conocidas.

Con toda esta cantidad de datos, podemos decir que solo cuatro de las 640 galletas recopiladas en BADALI se pueden considerar recomendables. ¿Por qué? Porque tienen cantidades moderadas de azúcar, grasa, grasa saturada, sal y, además, no llevan edulcorantes.

Reclamos engañosos

Si volvemos al refrán con el que abríamos este artículo, es interesante echar un vistazo a la “seda” con la que se “visten” las galletas. Y es que, de entre los cientos de opciones a la venta, ¿cómo consigue un fabricante convencer al consumidor para elegir la suya?

La presencia de dibujos de personajes infantiles es la forma de reclamar la atención de los más pequeños de la casa. Cuando hace un tiempo analizamos cerca de 100 galletas de este tipo, nos dimos cuenta de que, tristemente y en contra de lo que creíamos, el hecho de estar destinadas a niños no era motivo suficiente para cambiar su formulación y mejorar su calidad nutricional.

Otra de las estrategias para llamar la atención de los consumidores es destacar algún nutriente que tiene o no ese producto concreto. Las llamadas declaraciones nutricionales son perfectamente legales y se utilizan en una de cada tres galletas. Su presencia aumenta las posibilidades de que el producto acabe en el carro de la compra.

En las galletas, lo más habitual es destacar la fibra (lo hace una de cada cinco). Porque, normalmente, el alimento que nos ocupa se elabora con harinas refinadas, que tienen menos fibra, vitaminas y minerales que las integrales.

La fibra es un nutriente muy conocido por sus bondades, especialmente entre la población femenina. Por esta razón, en algunas galletas se utiliza cereal integral o se añade específicamente fibra. Esto lo anuncian en grande en el envase y, de paso, parecen que son más sanas.

Pero la realidad es otra: solo una de las galletas que destaca este nutriente se puede considerar saludable.

Tampoco lo son las que anuncian vitaminas y minerales añadidos (una de cada diez). Más de la mitad van dirigidas a la población infantil, probablemente en un intento de convencer a los padres de que son más saludables al llevar estos nutrientes.

Sin azúcar o “bio”: etiquetas cuestionables

Otro reclamo que se utiliza en una de cada diez galletas es que tienen menos azúcar o carecen de este nutriente, o bien que no incluyen azúcares añadidos. Sin embargo, solo el 10 % de estos productos no son dulces, mientras que el resto lleva edulcorantes, que tampoco son una buena opción.

También hay fabricantes que apuestan por lo ecológico (“bio”). Desde el punto de vista nutricional, no se puede decir que los alimentos procesados bio sean saludables, y las galletas no constituyen una excepción. De las 161 galletas bio que analizamos, solo cuatro aprueban el examen (precisamente las cuatro mencionadas en un párrafo anterior). Al resto les sobran, sobre todo, azúcar o grasas saturadas.

La conclusión es que, por muchas vueltas que les demos y muy bonitas que nos las presenten, las galletas no forman parte de una alimentación saludable. Sin embargo, si las vamos a comer igualmente, nos debemos fijar en sus nutrientes e ingredientes: es preferible elegir aquellas con menos azúcar, grasa o sal y sin edulcorantes.

Ana Belén Ropero Lara, Profesora Titular de Nutrición y Bromatología – Directora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel Hernández and Marta Beltrá García-Calvo, Profesora de Nutrición y Bromatología. Colaboradora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel Hernández

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.